Me apena referirme a un veteranísimo funcionario honorífico (su recidiva es sin sueldo) a quien hace muchos meses perdoné sus injurias, difamaciones y agravios.
El caballero industrial alega que una reciente ola de cuestionamientos sobre su efectividad como líder del sector eléctrico es una campaña de descrédito.
Dudo que criticar reiterativamente a quienes libremente asumen funciones públicas responda sólo al interés de adversarios para perjudicarlo. Desacredita el resultado de su gestión, no lo que digan.
Su balance es desastroso; perjudica al Gobierno. Durante cuatro años con gran confianza del presidente, hizo y deshizo como zar eléctrico.
Ahora se refiere a las quebradas distribuidoras, a la frecuentemente averiada Punta Catalina y a la política energética, como si recién llegase de Neptuno.
La cuestión no es personal: creo que este empresario debe defender su buen nombre y honra, aunque pisotee las ajenas. Lo inaceptable es justificar su supino y penoso fracaso, alegando que lo quieren desacreditar.
Ningún otro funcionario ha tenido mayor apoyo y paciencia del presidente y los empresarios, ni demostrado mayor incapacidad para resolver problemas, gestionar adecuadamente empresas estatales o contribuir a la popularidad y éxito del Gobierno. Hay que tener entereza y valentía para tirar la toalla en bien del país.