Dieudonné ha sido justicieramente olvidado por la historia. De este filósofo, del cual hasta el nombre está en dudas, no queda absolutamente ningún rastro. Unos cismáticos franceses del siglo XVIII, interpretando ciertos códices árabes inéditos, adivinaron que vivió en el siglo quinto antes de Cristo en Atenas. Es claro que tuvo algún otro nombre griego y para salvar esa anonimia los monjes galos le llamaron “Diosdado” en francés.
La primera pista estuvo en algunos diálogos atribuidos a Platón pero que las fauces del tiempo devoraron. En las anotaciones en árabe referidas, según la exégesis de los franceses, se vislumbra un hombre que había visitado Egipto y Persia, y que al regresar a Atenas, pese a poseer gran ilustración y fortuna, se empeñó en vivir el resto de sus días borrando afanosamente toda huella de su propia existencia.