Cambio

Todo político, más si gobierna, debe estar dispuesto a ceder ante exigencias o solicitudes de sus seguidores, especialmente si esa contemporización lo ayuda a lograr algún fin de importancia mayor, como asegurar la gobernabilidad, la paz social o respeto a opiniones ajenas.

Ese acomodo existe desde que hay comunidades de gente con algún propósito de vida en común. También conviene poner asunto a otros, que sin ser del partido o del círculo íntimo, pueden aportar mucho, buscando a cambio algo legítimo o desinteresadamente.

Pero en cualquier caso, el líder que hace compromisos con logreros sin escrúpulos, de conocida trayectoria indeseable, cava su propia tumba política, porque allegarse a connotados resentidos resta mucho y suma poco, si acaso algo.

Por su delicadeza, ciertas funciones públicas como las reguladoras o supervisoras, no deben regalarse como botín para satisfacer ambiciones espurias.

Si ello ocurriese, sería un golpe fatal a la integridad del cambio que abandera Luis Abinader.