Un jefe de Estado capaz de escuchar al pueblo y rectificar errores es un prodigio. Un presidente que da máquina hacia delante y luego para atrás por presiones mediáticas, políticas y empresariales, es una desgracia.
Los estrategas de comunicación de Luis Abinader, que fueron excelentes para hacerlo presidente, poseen suficiente perspicacia para captar que el público comienza a ver al presidente como alguien cuyas decisiones son, como el flan de coco, temblorosas. Quieren vender esa desgracia como una fortaleza cuando claramente no lo es. El mejor ejemplo es la cuestión de la declaratoria de estado de emergencia, que permite decretar toque de queda y otras medidas excepcionales.
Pocos países han variado tanto, tantas veces, los horarios y formas de obligar al distanciamiento social para evitar el contagio del Covid, por razones y motivos completamente ajenos al imperativo científico de los picos de contagios y muertes tras festejos navideños, fin de año y otros días feriados. Para nada, pues casi nadie respeta horarios. La blandenguería ocasiona caos y más desgracias. ¡Macana, presidente!