Tatuajes

10 de enero de 2023
Por: José Báez Guerrero

Alterar el cuerpo mediante la inserción en la piel de tintas para dibujar figuras, o sea tatuarse, es algo que nunca he digerido, más si es indeleble o innecesario. Quizás pienso en la numeración que los nazis tatuaban en brazos de gitanos, disidentes y judíos condenados al exterminio en campos de concentración; o presidiarios gringos, miembros de gangas, la mafia rusa o artistas urbanos.

Igual me pasa con aretes o “piercings” que se ponen en otras partes que no son el lóbulo de la oreja. Entiendo que es una decisión muy personal, pero en mi caso pondría en la balanza si el gusto por tatuarme o guindarme aretes es mayor o mejor que el disgusto que podría causar a otros, especialmente a quienes amo y me aman.

Creo que entiendo el valor cultural del “statement” que se hace al diferenciarse con una marca corporal que algunos consideran bárbara; quizás pronto, mientras mi generación va desapareciendo, los tatuados serán mayoría.

Mientras tanto, aun admitiendo que algunos tatuajes poseen rara belleza o son sugerentes, si fuera joven y quisiera marcar mi identidad trataría que fuese aportando ideas más trascendentes que usar mi piel como canvas.

José Báez Guerrero

Abogado, escritor y periodista dominicano.

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