Mi papá decía que quien cree en políticos, abogados o periodistas no puede creer en Dios. Su desconfianza era una advertencia paterna cuando comencé a trabajar con don Germán Ornes al tiempo que estudiaba derecho, a mediados de los 70.
Pues bien, resulta que soy periodista y la vida me ha puesto en contacto con la mayoría de los políticos importantes del último medio siglo, incluidos los que fueron o quisieron ser presidentes.
Por torpe o bruto que sea, más de medio siglo debe bastar para aprender a distinguir ciertas cualidades o ver al ciego durmiendo o al cojo sentado.
A propósito de mi columna del viernes, https://www.josebaezguerrero.com/fiat-lux/, amigos muy apreciados me han dicho por separado que no saben si estoy a favor de o contra Luis Abinader, pues lo elogio y critico indistintamente, como los murciélagos que “ruyen y soplan”. Lo de ratón volador no me gustó, pero quien da cuerda debe saber recibirla también.
La misión de un columnista no incluye anclarse en una u otra margen del debate partidista, aunque sí transparentar alguna ideología o credo.
Más cuando muchos políticos compiten por dominar el centro, pese a sus guiños diestros o zurdos. A los presidentes les sobran áulicos, farsantes, funcionarios, hipócritas, paniaguados, trepadores y zalameros, preocupados por medrar sin contribuir al éxito del Gobierno.
Casi todos buscan algún favor o tienen algún precio.
Es difícil encontrar algún leal conciudadano que admire y reconozca bondades y éxitos, sin cegarse al opinar desinteresadamente sobre lo demás. ¿Que si soy “luisista” ? Ni él ni yo necesitamos que lo sea. Y mucho menos mis lectores.
