Esta semana, del 6 al 10 de junio, el presidente Luis Abinader está en Los Ángeles para la novena Cumbre de las Américas, que Estados Unidos alega busca fortalecer la relación entre naciones latinoamericanas, mientras países excluidos boicotean la reunión.
¿Qué significa para los dominicanos esta cumbre? Difícil pronosticar el resultado ante el ambiente internacional más tenso y conflictivo desde antes de la última guerra mundial.
Una urticante tensión diplomática ha precedido esta cumbre, por múltiples motivos como los avances de China en Latinoamérica y el giro izquierdista de países democráticos. Estados Unidos no había visto tan menguada su influencia o interés por sus vecinos en más de medio siglo. La cumbre latinoamericana en 1994 en Miami fue iniciativa de Bill Clinton y asistió Joaquín Balaguer junto al liderazgo empresarial dominicano.
El Departamento de Estado la define como una reunión de gobernantes para “promover la cooperación para un crecimiento económico y prosperidad inclusivos en toda la región, basados en nuestro respeto común por la democracia, las libertades fundamentales, la dignidad del trabajo y la libre empresa”. Paralelamente asisten dirigentes empresariales, de ONGs y ASFLs que inciden en las políticas públicas, para unos “foros de partes interesadas”.
Históricamente, los temas son promover la democracia y el imperio de la ley, desarrollo económico, retos energéticos y tecnológicos, seguridad nacional y regional ante amenazas externas, narcotráfico y contrabando. Desde la cumbre en Perú en 2018, uno de los temas más relevantes es la corrupción e impunidad y cómo socavan la democracia y la gobernanza.
La salud pública, las migraciones y el cambio climático también serán discutidos este año.
Bolas negras
Esta cumbre será distinta a las anteriores pues Estados Unidos no invitó a dictaduras o regímenes de izquierda antidemocrática, como Cuba, Nicaragua y Venezuela. Estos rehúsan ir y boicotean la cumbre, alegando que sólo asisten aliados de Estados Unidos, receloso por la reconfiguración geopolítica por la guerra de Ucrania y la creciente influencia y poderío de China.
Daniel Ortega, de Nicaragua, arguyó que para “darse a respetar” no asistirá pese a que no fue invitado. Luis Arce, de Bolivia, sí fue invitado, pero rehusó por la exclusión de sus colegas de Cuba, Nicaragua y Venezuela. También optó por ausentarse Alejandro Giammattei, de Guatemala.
Argentina, Chile, Honduras y algunas Antillas Menores criticaron la exclusión de Miguel Díaz-Canel, de Cuba; Ortega, de Nicaragua, y Nicolás Maduro, de Venezuela, pero comoquiera confirmaron que irán sus presidentes Alberto Fernández, Gabriel Boric y Xiomara Castro, los dos últimos con pocas semanas como jefes de Estado.
El domingo México aún no confirmaba si asistirá Andrés Manuel López Obrador, quien se quejó por las exclusiones. Xiomara Castro, de Honduras, se espera que vaya, aunque apoya a México. Nayib Bukele, de El Salvador, dijo que “no confirma ni descarta”.
Quiénes van
El presidente Abinader confirmó hace semanas y dijo que respeta que Estados Unidos excluya a Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Han confirmado su asistencia los presidentes Fernández, de Argentina; Jair Bolsonaro, de Brasil; Justin Trudeau, de Canadá; Boric, de Chile; Rodrigo Chaves, de Costa Rica; Guillermo Lasso, de Ecuador; Laurentizo Cortizo, de Panamá; Mario Abdo Benítez, de Paraguay; Pedro Castillo, de Perú, y Luis Lacalle Pou, de Uruguay.
Colombia y Haití están invitados, pero es improbable su asistencia.
Varios, como Uruguay, han estrechado lazos con China y buscan comercio e inversiones de Europa, aunque dicen que preferirían hacerlo con Estados Unidos.
Mal ambiente
Mientras los voceros estadounidenses acusan a Rusia como causante de la actual tensión mundial por su invasión de Ucrania, Latinoamérica lamenta que Estados Unidos actúe tácticamente según sus ciclos electorales, mientras Rusia y China, aun sean dictaduras, piensan, planean y actúan estratégicamente.
Ejemplos de ello son que tras enfriar su relación con Arabia Saudita y fracasar en sus intentos por “rescatar” a Venezuela, ahora Joe Biden va a rogarle a príncipes árabes y a Caracas que le vendan más petróleo. También que mientras ha derrochado inútilmente billones de dólares en guerras en Irak y Afganistán, Estados Unidos es incapaz de lidiar con pequeños países como Cuba o Nicaragua; ni con la guerra contra el narcotráfico, por su insaciable consumo de drogas ilícitas. Otra espinita: durante la pandemia los latinoamericanos debieron vacunarse con Sinovac, vendidas o donadas por China, mientras Estados Unidos dejaba vencer por no usar cientos de millones de dosis.
República Dominicana no es ajena a los problemas regionales tras dos años de pandemia y la resultante mayor explosión de emisión de dinero en economías paralizadas, con la cadena de suministros y logística industrial rota o ralentizada, un cambio paradigmático del modo de trabajo y relacionamiento social, y casi dos años de educación perdidos. El encomiado manejo del gobierno y un aumento de remesas han hecho menos doloroso el trance, pero el descontento aumenta.
Abinader también enfrenta la violencia callejera y delincuencia por su combate interno por el control del narcotráfico. La debilidad de la oposición y la situación en Haití ensombrecen el panorama.
Ojalá Abinader logre acciones para Haití y apoyo para su lucha por adecentar el país combatiendo la corrupción impune, ante la lentitud de un Ministerio Público exitoso logrando mucha prensa y abusivo lawfare, pero ninguna condena hasta ahora. Si también consigue que se reconozca su reactivación económica y buenas perspectivas ante el sombrío panorama, difícilmente pierde su reelección.