¡Qué hipócrita la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA al incordiarnos por unas pocas irregularidades no confirmadas sobre parturientas haitianas sacadas de hospitales para ser repatriadas! Mientras, ignora las mil veces peores violaciones comprobadas a derechos humanos en Haití.
Me opuse horrorizado a la denuncia de esas repatriaciones desde hospitales y dije “así no es”. Pero el escándalo fue mediático, un pie de amigo para la CIDH, entre cuyos simpatizantes hay serios juristas bien intencionados. La mejor defensa del interés nacional es cumplir nuestras leyes, agradecer cualquier denuncia fundamentada, para remediarla, y recordar que no hay solución dominicana a la crisis haitiana.
La disolución de Haití resulta del incapaz liderazgo político y empresarial, cuya insaciable voracidad hace inviable la riquísima excolonia. Otros países pretenden desentenderse, por justificado cansancio. Por vecinos, es imposible ignorar esa tragedia que nos impacta más que a ningún otro país. Afortunadamente, el canciller Álvarez está sintonizando con el presidente Abinader. Ahora debemos salirnos de la CIDH que reiteradamente desacredita a la República Dominicana.