El polígrafo escocés Iñigo Montoya recuerda que Mark Twain, “fue tal vez el primer periodista en lograr una gran fortuna sólo con sus ingresos como escritor.
Perdió todo su dinero por malas inversiones y se acogió a la ley de quiebras de los Estados Unidos. Legalmente, no estaba obligado a repagar sus deudas.
Sin embargo, una vez recobró su bonanza trabajando arduamente como autor de libros y crónicas periodísticas, optó por voluntariamente pagarles hasta el último centavo a cada uno de sus acreedores…”.
En el anémico debate político criollo entre periodistas, tan carente de ideas como de buenas carnes un sancocho de pobres, lo más común es descalificar al adversario llamándolo bocina o corneta, que implica algún pago por arriba o por abajo a cambio de su opinión.
Ahora que nos gobierna el PRM, que tuvo a su favor a todos los independientes mientras en contra todas las bocinas, ¿no convendría establecer con la DGII el real origen de las fortunas que se atribuyen a tantos malos periodistas?