La importancia de contextualizar los hechos, opiniones y consecuencias de las acciones de cada personaje histórico –mantra recurrente en mi reciente biografía de Buenaventura Báez- resalta sobremanera en el caso del comerciante santiaguero Ulises Francisco Espaillat (1823-1878).
Uno de los mejores ejemplos de cómo la descontextualización y la inversión de valores ha desfigurado la importancia de muchos próceres dominicanos es el desmedido aprecio profesado por muchos historiadores por Espaillat.
Antes de seguir, quiero definir a qué me refiero al referirme al contexto histórico. Cada suceso del pasado digno de memoria, al ser narrado, requiere situarse en medio del ambiente social, cultural, económico y político particular de su momento. Sin ese contexto, es difícil apreciar o entender su significado. Que un estudiante anónimo se parase frente y detuviese a un tanque en la Plaza Tian-an-Men en Pekín en 1989, foto icónica del siglo XX, no significó lo mismo que los cientos de estudiantes muertos por tanques tras la primavera de Praga en 1968. Pero volvamos de esas escenas internacionales a este pequeño y antillano lugar de los hechos: la descontextualización puede favorecer a algunos, como el caso de Espaillat, o perjudicar a otros, como a Báez.