
Carecer de las imprescindibles destrezas de lectoescritura o fundamentos de las matemáticas equivale actualmente a ser ciego y mudo, incapaz de aprehender ni aprender todo lo que cinco milenios de cultura humana han producido.
Da ganas de llorar la comparación entre muchos ingenieros y arquitectos, que disponen de todas las herramientas digitales creadas por el ingenio de mujeres y hombres, con los egipcios de hace cuatro mil años, que con hilo, escuadra, plomo y herramientas de piedra y cobre construyeron pirámides, templos y estatuas que perduran. Igualmente, da grima la incapacidad de apreciar la belleza del Cantar de los Cantares o la progresión exponencial de la sensibilidad social o las más sencillas argumentaciones jurídicas. Peor que la falta de conocimiento, arrastrada desde la educación básica, es el hueco o vacío moral resultante de ignorar el valor de las convenciones que organizan la vida en sociedad.
Paradójicamente, tanto lamento mío es para celebrar que el Banco Popular y EDUCA (en cuya fundación colaboré con don Gustavo Tavares Espaillat hace casi cuarenta años) realizarán el vigesimocuarto Congreso Internacional de Educación Aprendo, para ofrecer a 600 maestros formación sobre cómo las nuevas tecnologías deben integrarse de forma responsable a la instrucción en las aulas.
En esto, como en muchas otras áreas, el sector privado suple -como un chapulín- las deficiencias del Ministerio de Educación, que nunca saldrá de su lodazal mientras siga temiendo al nefasto sindicato ADP, al cual en vez de combatir lo alimenta con fondos que son una exacción de su nómina laboral. Me alegra felicitar al Popular por apoyar a EDUCA.
