En redes sociales y cierta prensa hay una caterva de troles e ignorantes que creen que el periodismo de opinión se trata de una guerra permanente o una manera de medrar. Esa creencia está justificada porque es innegable que hay una manada de “comunicadores”, llamados bocinas peledeístas o cornetas perremeístas, que desprestigian al periodismo con sus malas prácticas.
Pero resulta irritante que a todos quienes ejerzan el diarismo de opinión, distinto al meramente informativo, nos metan en un mismo saco como si fuésemos todos iguales.
La confusión, que puede ser de buena fe y no sólo por resentimiento o envidia, afecta hasta a la flamante primera dama, quien molesta porque Cavada informó que los Abinader compraron una mansión en La Julia alegó equivocadamente que se trata de su vida privada y luego cuestionó la integridad del periodista inquiriendo sobre su patrimonio.
Esa flagrante intolerancia causó poco escándalo tal vez por el ánimo de concederles cien días de tregua a los nuevos gobernantes. Pero sus troles no ayudan a mantener esa paz.
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