Los obispos celebran el sexagésimo aniversario de la Conferencia del Episcopado Dominicano, que agrupa a nuestros prelados, cuya Iglesia es la primada de América y muy cercana al Vaticano.
Las novedades y renovación iniciadas por Pío XII revolucionaron al catolicismo. Tras la guerra mundial, prosperaron otros ismos, proponiendo transformaciones socioeconómicas más que espiritualidad o fe. Misas en español de cara a fieles y alinear la misión profética con los débiles y pobres, dieron a algunos obispos gran relevancia política. También repuntó el entusiasmo religioso, pese a los avances del protestantismo financiado por intereses foráneos.
Hoy los obispos, con pocas excepciones, lucen más perdidos que los pastorcillos en Belén. Desbarran con querúbica “insouciance” sobre medicina, minería, partidismo, economía y otros mundanos afanes y pocas veces predican fuera del templo. Recordar la inteligencia y el liderazgo de los cardenales Beras y Nicolás, los obispos Polanco Brito, Reilly, Pepén, Camilo, o los monseñores Arnáiz, Agripino, Adames, Alonso, Amancio, para mencionar solo la letra A, obliga a rogar a Dios por otro “aggiornamento” que rescate la zozobrante iglesia.
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