Respeto que mi Iglesia se oponga a todo aborto provocado cuyo propósito sea destruir la vida en cualquier etapa desde la fecundación del óvulo. Pero como en toda cuestión compleja, hay abortos cuyo propósito principal no es matar al bebé, sino salvar la vida de la madre.
Esta excepción es más estrecha que las “tres causales”, que descriminalizarían los abortos. Estas son cuando el embarazo arriesgue la vida de la madre, resulte de violación o incesto involuntario o existan diagnósticos médicos de inviabilidad fetal. Asombra que nuestros legisladores carezcan de agallas para resolver este tema según la ciencia sin desdeñar el cristianismo.
El alto índice de mortalidad materna prevenible incluye abortos ilegales e inseguros que causan el 13 % de las muertes maternas. Pese a su prohibición, anualmente sufrimos más de 110,000 abortos. Coincido con la posición del presidente Abinader: “Estoy en desacuerdo, como la mayoría, no solamente aquí sino del mundo, con el aborto libre; pero sí pienso que debe haber causales que permitan la interrupción legal del embarazo”.
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