Algunos cambios criollos llegan con huracanes. En 1930, días tras subir Trujillo, a las 2:00 de la tarde del 3 de septiembre el ciclón San Zenón devastó la capital. Fue un huracán pequeño que se formó apenas frente a San Pedro de Macorís tras ir moviéndose como tormenta tropical, siguiendo una ruta casi idéntica a Isaías, pero causó alrededor de dos mil muertos, más de 10,000 heridos y aplanó a Santo Domingo.
Quedaron en pie sólo las casas coloniales de piedra y las poquísimas edificaciones de concreto. En 1966, poco después de asumir la presidencia Balaguer tras la guerra civil, el 29 de septiembre el huracán Inés destruyó varios poblados en Barahona, dejando más de cien muertos y grandes daños.
Inés dejó un rastro mortífero desde Guadalupe hasta México, tocando Haití, Cuba y la Florida. Luego, del 31 de agosto al 1ro de septiembre de 1979, un año tras iniciar Antonio Guzmán su gobierno, el huracán David, categoría 5, asoló al país. Parece que cada “cambio” político trae su propio ciclón.
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