Al rezar el rosario, los católicos marianos saben que hay misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos, aparte de las letanías y otras oraciones.
Todos serían apropiados para tratar de explicar los sentimientos de quienes han seguido por la prensa el culebrón malo que ha sido la saga de miles de dominicanos apellido Rosario, estafados por un fullero que les ha hecho creer en una inexistente herencia fabulosa que las autoridades aquí y medios de prensa foráneos han establecido que es inexistente.
Al fin fue apresado ayer el jefe de la estafa, según anunció la Fiscalía del Distrito Nacional. Una de las razones para celebrar es que no sólo de mariscos puede vivir el Ministerio Público.
Es una vergüenza que el fullero haya pasado tantos años prófugo y activo en sus vagabunderías, que obviamente requerían de complicidades que deben ser reveladas en su juzgamiento. Ojalá que trece mil millones de millones, la cantidad inimaginable de euros de la falsa herencia, sean las pesadillas de los responsables. Y que haya justicia inequívocamente ejemplar.
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