En el chiquero en que hemos permitido que degenere el debate público, fue un fugaz resplandor de esperanza el esperado sometimiento judicial de falsos periodistas que se auto titulan “comunicadores”, por sus flagrantes injurias, difamaciones e insultos contra funcionarios y otras personas.
Desde un “detective” con aparentes problemas psicológicos, tremendistas cuyas mentiras hacen que el Foro Público trujillista parezca un misal dominguero, hasta conocidos chantajistas y extorsionadores, sus procesos judiciales que apenas inician no han servido para librar de sus barbaridades a las redes sociales, sus plataformas digitales ni la prensa tradicional.
La contemporización o flojedad de los fiscales, junto con el aparente temor de jueces indolentes, envalentona a difamadores y sinvergüenzas que se agacharon por poquitos días, pero han vuelto a la carga. Mucha prensa, sea impresa, radial o televisiva, hace de caja de resonancia de esta gleba inmoral. Desde que baja la intensidad del escándalo, volvemos al mismo descontrol del respeto al derecho ajeno que limita la libertad de expresión.
Puede parecer una pendejadita, pero esto de la cancha libre dada a estos malandros es un reflejo o consecuencia de la flagrante impunidad imperante en otros estamentos. Estos polvos traerán lodos que pueden arrasar con cuanto encuentren en su camino…
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