Desde que tuve la experiencia de participar intensamente en las negociaciones del diálogo tripartito de fines de los ’80, que culminó con las reformas que son la base del éxito económico dominicano, quedé convencido que sólo se logran realizables pactos sociales cuando hay buena voluntad para entender que cada parte debe ceder y reconocer la validez de la opinión contraria.
Discutir aumentos salariales es muy cómodo cuando se dirige una oficina con una docena de empleados dedicados al comercio; es otra cosa cuando se es responsable por cinco o seis mil empleados, como ocurre con importantes grupos industriales del país.
En principio a todos nos gusta la justicia social, pero el aminoplismo es rampante cuando se vislumbra el círculo vicioso que encarece los costos y aumenta más la inflación.
Por eso es correcto que el presidente Abinader, al celebrar el 60 aniversario de la Confederación Autónoma Sindical Clasista (CASC), resalte la necesidad de consensuar con los empleadores. La república de lo posible está en una galaxia distinta y lejana al reino de lo ideal.