Me alegra como propio sin serlo el éxito de la ópera prima de Jacques Ponty, “best-seller” en Cuesta gracias al boca-a-boca de lectores agradecidos.
En uno de los prólogos de “Un Quijote Caribeño”, dije que Jacques es uno de esos espíritus llamados a cultivarse por un imperativo misterioso que fluye como los dictámenes de los manes. Como un Poe caribeño, comparte experiencias y “vividuras” para que nadie le cuente sobre la condición humana y las magnificencias y miserias del espíritu. Es un “buscador”, en el sentido inglés de “seeker”, perseverante en su cacería de revelaciones espirituales que fundamentan una profunda fe en la bondad humana. Ha cincelado, con la punta filosa de su lanza literaria, ensayos, versos, recetas, divertimentos y otros escritos que por fin regala al público en este primer libro.
La casa editora, Santuario, del gran promotor y bibliófilo Isael Pérez, anunció que la obra será analizada por su club de lectura y que la llevará a ferias nacionales e internacionales del libro. Necesitamos más quijotes y menos torquemadas.
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