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Si el torrente sanguíneo fuese comparable al tránsito en calles y avenidas, el equivalente de la peor bacteriemia podrían ser los motociclistas y sus letales vehículos de dos ruedas.
La altísima tasa de muertes en accidentes está más que nada alterada por la enorme cantidad de casos de motocicletas con conductores desaprensivos.
Ayer al cruzar la Lincoln con Kennedy, fui atosigado por motores desde tres distintos carriles que no debían pasar pues les daba rojo el semáforo, reforzado por indolentes policías de DIGESETT que dizque ayudan a controlar el tránsito.
Es un milagro que no ocurran más desgracias o quizás la prensa no las reporta todas, como el caso del motociclista fallecido ayer al desobedecer una orden de pare y colisionar con escoltas militares de la vicepresidente Raquel Peña.
Ningún problema impacta tanto el desorden del tránsito como el impune y flagrante incumplimiento de las leyes, normas y semáforos por motociclistas, carros de concho y autobuses de falsos sindicatos. ¿Cuándo cambiará esto con macana y legalidad por parte de las autoridades?
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