Desde su fundación, comprometido con valores democráticos que sus fundadores entendían amenazaban el gobierno de Bosch, el CONEP es la entidad cimera del sector empresarial.
Con altibajos e imperfecciones, representa eficazmente a la mayoría del empresariado. Legitima su liderazgo con sus sermones institucionales para fortalecer la democracia y la libre empresa. Su misión incluye participar activamente, como agente de cambio y transformación, en la consolidación de la democracia y sus instituciones, para promover el desarrollo económico y social.
Tras dos exitosas presidencias, Pedro Brache es llevado a un anormal tercer período, segunda reelección consecutiva. Igual de inusual que esa violación de sus tradiciones, otra excelente candidata, Ligia Bonetti, ofrece una posibilidad de alternancia, ante la falta del tradicional consenso.
Empero, un tercio de sus miembros controla cómo se vota. No hay debates ni explicaciones ni otra persuasión que la de subastas. Quien gane podrá tener poderosas razones, pero una real democratización del CONEP fortalecería su institucionalidad y sería más coherente con sus prédicas a los políticos, quienes deben estar muertos de risa.