Seguramente no soy el único sorprendido por cuán buen presidente ha salido Luis Abinader. Sin experiencia de Estado viene toreando con éxito graves situaciones con pocos precedentes: pandemia y disrupción del comercio mundial; inflación importada y local por el financiamiento durante la pandemia; guerra en Ucrania con más disrupciones, aumentos de precio y escasez internacionales.
En medio de tan ominoso ambiente, el presidente además dirige un notable y necesario esfuerzo de regeneración moral, procesando judicialmente a corruptos políticos y sus allegados.
No da cuartel al narcotráfico. Alza la voz dominicana en la ONU sobre la disolución política de Haití. Tras dos años en el poder, la opinión pública sigue ávida de cambios, con una urgencia –que antes no existía— que estimulan las redes sociales.
El circo del lawfare entretiene, los anuncios de grandes inversiones alientan esperanzas, triunfos deportivos dan satisfacción. Pero a mitad de camino es bueno afinar propósitos.
Luce que Luis aspirará a ser reelecto y su PRM parece dispuesto a ello. Renovarse para no llegar cansado al 2024 quizás es buena idea.
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