Hace más o menos un mes que José Báez Guerrero vino a casa a traerme su último libro titulado “Guzmán su vida, gobierno y suicidio”, una obra de orfebrería estilística que ha venido a enriquecer la bibliografía nacional y a penetrar en el misterio que rodea aquel suceso que tiñó de luto la sociedad dominicana.
La presencia de Báez Guerrero extrajo de la niebla del tiempo días inolvidables de nuestra amistad transcurrida en la redacción de este periódico bajo los ojos avizores de Rafael Herrera y el cariño de don Tuturo, don Moisés, doña Nelly y don Baby, para quienes era lo mismo un redactor, un mecánico, un chofer o un pregonero. Quiero decir que para ellos, los dueños, no había diferencia en el trato. Sólo imperaba la jerarquía del que más rendía su labor.
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