Mi padre solía usar la expresión: lo conocí ciruelo, para enfatizar que tenía relaciones con una persona desde su juventud, con individuos a quienes vio nacer. Quería indicar que los conocía bien antes de haber llegado a plenitud, a ser funcionarios públicos, profesionales destacados, ciudadanos prominentes. ¿De dónde viene esta manera de decir? Mi padre explicaba que en cierta ciudad de España hubo una vez un Cristo de madera de ciruelo al que se tenía por muy milagroso. Personas que rezaban ante ese Cristo obtenían la curación de parientes enfermos, la solución de conflictos familiares.
Parece que un campesino incrédulo, de una aldea próxima, declaró en la ciudad que había conocido el Cristo antes de ser milagroso, cuando era todavía un simple tronco de ciruelo. A José Báez Guerrero lo conocí ciruelo: joven reportero que cubría la fuente de Palacio, siendo Presidente Antonio Guzmán. Entonces era un muchacho delgado y le sobraban pelos en la cabeza. Quería hacer buen periodismo, siguiendo modelos norteamericanos prestigiosos; había visitado los EUA; dominaba desde niño la lengua inglesa. Acudía con frecuencia al despacho donde yo trabajaba, situado en el pasillo que conducía a las oficinas del Presidente Guzmán.
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